Oct / 30 / 20

ESPECIALES

Represión mayor por una causa menor

Esta entrega de #TerrorPolicial es un especial que hacemos desde Temblores ONG y Bogotart para explorar las historias de personas que han sufrido violencia policial. Queremos ser una voz de alerta, denuncia y un canal de apoyo para evitar que las historias queden en el olvido. 

El Policía Jíbaro

Estábamos en Cartagena con la gente de la agencia en el famoso Congreso de Publicidad que se realiza cada año en la ciudad amurallada.

Con mi dupla nos fuimos hacia el Barrio de Getsemaní a fumarnos un porro. En esas andábamos cuando la Policía nos agarró con el humo en la boca.

Creímos que nos llevarían a la UPJ de Cartagena o algo así, pero los tombos nos requisaron, nos quitaron la yerba y nos abrieron las billeteras para sacarnos, a cada uno, entre 200mil y 300mil pesos. Nos dieron una patada y se fueron.

Más tarde esa noche, luego de la fiesta del Congreso de publicidad, terminamos de nuevo en Getsemaní. Todos estaban que se fumaban, entonces preguntamos dónde conseguir yerba. Nos mandaron para la calle de la luna o del sol, ya no recuerdo.

Cuando llegamos a la casa indicada, nos atendió una señora que se fue hasta el fondo de la casa a traer nuestro pedido. Salió en compañía de su marido, que resultó ser el mismo tombo que nos había robado horas antes.

«Pilas cachaquitos no se dejen coger, que después tienen que volver por acá» fue su lacónica despedida.

Graffiti en la casa de un tombo

Como siempre, nos tirábamos de madrugada a hacer vandal con los parceros, nos trepamos en una casa que tenía una chimenea plena, que estaba re buena para hacerse una bombita.

Lo único malo es que las tejas estaban vencidas y caí dentro de la casa. La casa era de un tombo, pero no un tombo cualquiera, uno de alto rango, de esos que tienen varios soles y no precisamente por servir a la comunidad.

Imagínese el mierdero tan hijueputa. El man no me mató de milagro. Era una casa llena de armas. Mis parceros en la calle empezaron a timbrar diciendo que ya habían llamado a la Policía y a mis papás. Mi cucho frentió la cosa, pero el tombo quería que le remodelaramos la casa y con mi familia nos paramos duro.

Lo malo fue que nos tocó venirnos a vivir a Estados Unidos. De un día para otro nos empezaron a extorsionar, al principio mi papá intentó negociar y como no fue lo que ellos querían, como al mes intentaron violar a mi hermana. Y aquí estamos, asustados y siempre extrañando la tierrita.

Me estranguló por fumarme un porro

Era diciembre de 2018. Estaba en un concierto junto con unos amigos y nos empezamos a fumar un porro. De la nada llegaron un par de policías a pedirme que lo apagara, lo hice.

Sin embargo, se acercaron más policías, uno de ellos en actitud totalmente beligerante me dijo que pusiera las manos en la nuca para una requisa, me pareció excesivo y le dije que me tratara con respeto que yo no era ningún delincuente. Aún así subí las manos a la altura de mis hombros y le dije que me requisara.

En ese instante, otro de los policías que tenía enfrente me golpeó con el bolillo directamente en el abdomen por no acatar la orden, le dije que esa no era la forma de proceder y uno de mis amigos intercedió para evitar que el policía me siguiera golpeando.

Puse las manos en la nuca, me requisaron y el policía encontró unos cuantos gramos de marihuana, una pipa y un encendedor y se los entregó al policía que me había golpeado. Le dije que me podía decomisar la marihuana y la pipa, pero que era su deber devolverme el encendedor.

Me dijo «¿quiere el encendedor? Pues vaya y lo recoge, malparido». Lo lanzó lejísimos. En ese momento me emputé, empecé a decirle que qué le pasaba y me golpeó con el bolillo nuevamente en el abdomen. Yo me defendí y lo empujé. Para ese momento ya habían como 10 policías alrededor nuestro. Entonces, me tiraron al suelo y me inmovilizaron junto con otro amigo.

Cuando me estaban sacando del concierto custodiado por dos policías, de la nada alguien me pateó en las piernas, cuando me voltee vi que era el policía que anteriormente me había golpeado. Lo insulté y se acercó por la espalda y me estranguló con el bolillo mientras los otros dos policías me tenían de los brazos. No podía respirar, sentí que iba a perder el conocimiento. Finalmente me soltó y me empujaron afuera del lugar.

Les dije que eso era abuso de autoridad y exceso de fuerza, les pedí la información del policía que me había agredido para denunciar, pero no dijeron absolutamente nada y regresaron hacia la multitud. Quedé con moretones en el abdomen y en mi cuello, la marca del estrangulamiento.

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