*Este artículo está basado en el capitulo “Lo que cuentan las paredes sobre la protesta social” del podcast A.eRe.Te.
Sentado entre su plato de almuerzo dominguero y sus familiares, no es extraño que por esta época salga el tema de conversación sobre el paro nacional y las acciones que se han llevado a cabo.
El artista Saga escribió en Instagram hace unos semanas que, aunque estaba de acuerdo con que se derribaran monumentos, no sabía cómo explicarle a su madre el porque se hacía y porque era una opción dentro del marco de la protesta. Esto, claro, es una pregunta más que valida.
Y es que si se quiere hablar de estos temas, lo mejor es blindarse con argumentos para que la conversación no se quede en un vortex sin salida donde vandalismo es la respuesta para todo.
Acá le van unos argumentos para que hable de con sus familiares, amigues, conocidxs o vecinxs de los monumentos que se han tumbado.
Ver esta publicación en Instagram
Lo primero que hay que decir es que derribar un monumento en el marco de una protesta social es una acción directa. Estas acciones reivindican, son contestatarias, van en contra de un discurso que se nos ha impuesto.
Tumbar un monumento rompe paradigmas y cuestiona esas figuras. Por ejemplo, la estatua de Sebastián de Belalcázar que se ha tumbado dos veces (la última el pasado 28 de abril en Cali y la primera en septiembre de 2020 en Popayán) hizo que miles de personas conversaran acerca de sus acciones durante la colonia, pues además de fundar las dos ciudades, también es acusado de genocidio, despojo y acaparamiento de tierras, al igual que por la desaparición física y cultural de los pueblos indígenas.
Además, derribar monumentos llama la atención de las personas y la atención mediática. Es una acción escandalosa, pero pacífica que tiene como propósito poner a la gente a hablar, a discutir, pero sobretodo, a cuestionarse.
Invita a analizar la historia desde otras perspectiva a través de preguntas que quizá no nos habíamos hecho antes como colombianos. Después de un mes de paro nacional, es claro que estábamos consumiendo pasivamente la historia, se nos olvidó escuchar a los vencidos, así que no está mal crear nuevos iconos y revalorarlos.
Por último, ninguna vida vale por debajo de algo físico, es este caso, un monumento. La justificación de herir o matar a alguien por tumbar un monumento es simplemente nefasto.
La construcción de la llamada “historia oficial”, es también una construcción de memoria hecha por los Estados para afianzar una identidad nacional homogenizadora.
Esto significa que todos estos monumentos han sido impuestos y que la idea era que todxs nos teníamos que sentir representados por estos. Pero, ¿realmente es posible que un solo discurso, que un solo monumento nos represente a todxs? ¿Por qué todxs tenemos que reconocer un monumento de la misma manera?
Ver esta publicación en Instagram
La historia, entonces, no puede remitirse únicamente a figuras que han esclavizado, oprimido, sometido, violentado, aniquilado poblaciones, personas, seres humanos.
Claro, no es que se tumbe la estatua de Sebastián de Belalcazar y la esclavitud haya dejado de existir. Derrumbar un monumento no es destruir la historia es, precisamente, un ejercicio de hacerla viva y activa a la vez que cuestionamos narrativas hegemónicas. La historia, además, se construye todos los días.
De hecho, después de tumbarla viene la parte más difícil. Viene una construcción y reconstrucción de la historia, la tarea de decidir la que queremos contar y así, crear una sublevación de las nuevas formas de ver la vida.
Porque si bien el monumento es una estructura física, es también un lugar que tiene una capacidad de transformación. Darle un nuevo significado es una tarea de todxs.
Tumbar una estatua es apenas la punta del iceberg que pide a gritos construir nuevas memorias. Hay que recordar que ante todo, estos son objetos estáticos de los que es difícil apropiarse y que cuentan una sola narrativa.
Es decir, los Misak no despertaron un día con ganas de tumbar una estatua porque no les gustaba. Así no funcionan estas acciones. Esta es una acción meditada y planeada, que se infunde en cuestionamientos de parte de la comunidad.
Además, la fuerza del Estado (en este caso el Estado representa a los monumentos) no puede ser la única y no puede ser intocable. Reclamar el patrimonio que está en el espacio público es también averiguar qué significa el territorio y la relación con este.
Algunos monumentos dejaron de ofrecer un significado para convertirse en marcas de la ciudad, en referente geográficos y de ubicación, pero no comunican ni abren debate o reflexiones. De hecho, el ejercicio de identificar, nombrar y preservar los monumentos debería ser uno de participación, es decir, debería incluir a la sociedad. Solo así las personas se podrán apropiar del monumento.
El patrimonio es un territorio físico, pero también un lugar que tiene la capacidad de transformación. Por eso, es momento de darle una visión más actual al patrimonio, darle nuevos valores y significados para que así podamos tener nuevas formas de relacionarnos con la historia y general con la vida.
¿Qué tal si hablamos de iconoclasia y no de derribar monumentos? Hablemos, mejor, de hacer una ruptura de las imágenes que tenemos hoy y aprovechemos el momento para proponer nuevos símbolos culturales.
Ver esta publicación en Instagram
Por Mafe Garzón Quisiera llenar esto de eructos sobre la mesa sentarme aquí con las piernas abiertas sin que esto signifique…
Aquí algunos argumentos para que charle con sus familiares, amigues, vecines y conocides del lenguaje inclusivo. El lenguaje siempre está cambiando. No es…