Por: Mar Rodríguez
La historia de Aterciopelados siempre ha tenidos dos caras: la de Andrea y la de Héctor. Las caras, a ratos complementarias y a ratos moviéndose para lados diferentes, han logrado después de más de 27 años encontrar puntos en común y sobrevivir en el tiempo.
Desde que crearon el grupo de Delia y los aminoácidos en 1988, Héctor y Andrea no han dejado de hacer música. Apenas hubo un pequeño receso alrededor de los años 2011 a 2015, pero Aterciopelados se ha mantenido, transformado, reconfigurado y sobrevivido.
En el bar Barbarie en el centro de Bogotá, Héctor y Andrea empezaron a componer sus primeras canciones y hacer música con el simple objetivo de sobrevivir, tener de qué vivir. De allí salieron canciones como “El ángel transboca” que desafortunadamente, no quedó registrada en ningún lugar.
Son especialistas en jugar con las palabras, en darle calidez a palabras desconexas garulla, retrechera, abeja, bergaja, fulera, guaricha, baracunata, cucharamí cantaban en 1996. Ese palabrerío terminaría por definir su estilo, su estética y su música para diferenciarse del resto del rock colombiano.
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Fue precisamente en el año 1996 cuando llegaron a “las grande ligas”, que significaba grabar en otro país. Escogieron Londres, pues era donde estaba Phil Manzanera, quien había producido a grupos como Héroes del Silencio o Enrique Bunbury. Por afinidad y tal vez por cercanía en lenguaje, escogieron Londres por encima de cualquier otro lugar.
Dos años después vino Nueva York, donde grabaron Caribe Atómico con un sonido más electrónico que cantaba Eres el hacha que astilló toda mi vida, Premeditada y divina. Héctor, que siempre había querido meterle electrónica a Aterciopelados, que se inspiraba en grupos como Estados Alterados, necesitaba de un productor que lograra darle ese nuevo enfoque a la banda. Por eso llegaron a Andrés Levin.
Además, esa búsqueda por un nuevo sonido estuvo empapado de un momento que hizo historia en Colombia: ser los primeros artistas del país en ser nominados a los Grammys.
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Esa nominación, quizá, fue el impulso que necesitaba Héctor para convertirse en el productor de su siguiente disco, Gozo Poderoso. Después de haber grabado en Londres y Nueva York, volvieron a la cuna que los caracteriza aún en la actualidad: Bogotá.
En un apartamento del barrio Cedritos planeaban el disco que saldría en el nuevo milenio Ay, si se pone peluda la cosa, recuerde, La vida es color de rosa, Y el cielo es azul, El espacio está lleno de luz. Gozo Poderoso llegó a Billboard, a los Latin Grammys, a la revista Time. Desde un apartamento en Bogotá se recorrió el mundo que ellos no recorrieron en la grabación, fue la muestra de que Aterciopelados iba a ser grande en donde sea que estuvieran parados.
Mientras el disco volaba, cada uno creaba sus proyectos como solistas: Andrea Echeverry y Conector. A ambos les fue bien, les fue de maravilla. Sin embargo, volvieron en 2006 con el disco Oye, que no solo ganó un Grammy, sino que fue la promesa de que nos quedaba mucho Aterciopelados para los años por venir.
El 2008 aparecieron de nuevo con Río, un disco que sin planearlo, terminó siendo personal, pues Héctor se estaba acercando al activismo y ecologismo desde diferentes lugares y creo la canción Río, que le terminó dando el nombre al disco entero. Así, se convirtió en un LP con un concepto ecológico que fue ilustrado por Bastardilla. Gratis la brisa las olas sin fin se escuchaba en el LP mientras Hector y Andrea hacían planes para separarse por unos años.
Entonces, el Río abrió caminos para concentrarse en sus proyectos personales y volver con el álbum Reluciente, rechinante y aterciopelado en 2014. Fue una mirada y una reconciliación con el pasado. Entendieron el legado que significaban para el país. Era el álbum que necesitaban para que todos supiéramos que nunca se fueron, que siempre han estado y que siempre van a estar.
Fue gracias a Chucky García que en 2014 volvieron al escenario para presentarse en los 20 años de Rock al Parque. Era el preludio para recibir al penúltimo álbum de la banda, que vino acompañado del documental Símbolo Marciano, dos conciertos con la orquesta filarmónica de Bogotá y el premio a mejor álbum de los Grammy Latino.
10 años después de Río, su última creación antes de separarse, el dúo lanzó Claroscura. En la canción Dúo, Andrea y Héctor resumieron su historia juntos, dos polos opuestos que se encontraron en la creatividad y la música Él punketo, yo gomela, yo de ángeles, él de calaveras, él bajista, yo artista, a la música le dimos manivela.
La pandemia le dejó al grupo el álbum Tropliplop, una interpretación de la realidad inesperada, un grito en defensa al arte que tanto se negó durante la crisis. Cada uno lo grabó desde su casa, cada crítica a la actualidad venía de un lugar personal, cada canción del álbum fue pensada desde la calma, la catarsis y el encierro. Es un destapabocas en tiempos indescifrables.
Aterciopelados nunca se ha ido. Después de tantos años ya nunca se irá. Como bien lo cantaron en Claroscura: Dúo dinámico, surrealismo mágico. Dúo dinámico, somos un clásico.
Vea por acá nuestro live de #HablemosDeMúsica con Héctor Buitrago.
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