Oct / 10 / 20

CULTURA ALTERNATIVA

Barcú cambia este año: hablamos con uno de sus creadores

A Solimán López le dieron poco más de cuatro meses para que usted reciba a partir del 13 de octubre, una experiencia digital que no pierde la esencia del festival.

Por: Mar Rodríguez

Atrás en 2015, López decía en un TEDx que realmente lo intangible es lo que tiene más valor entre nosotros, y cuando dijo esto se estaba refiriendo al arte digital, aquel que es una experiencia perenne, que se puede almacenar en un memoria hasta tiempos indefinidos, pero que también se puede perder para siempre en los rincones de internet.

Solimán, que sabe que el arte puede cambiar el mundo, llegó a mediados de 2020 a cambiar un fragmento del mundo, uno que queda en la esquina del barrio la Candelaria y raya con el barrio Egipto. Un mundo que cada octubre se levanta entre la lluvia, que pone a los habitantes del sector a boliar y a las personas de la ciudad a moverse de manera centrífuga hasta las puertas aguamarinas de Barcú.

Este año, como muchos otros eventos culturales, Barcú tuvo que migrar a una plataforma digital. La dirección del festival de artes decidió, entonces, llamar a López, quien había participado en 2019 como artista invitado. Su trabajo analiza a profundidad los archivos digitales, los mundos virtuales y la incidencia del humano en estos, porque el arte digital es, al final, una experiencia. Esto fue lo que nos contó sobre la edición 2020.

¿Cuándo tomaron la decisión de pasar el festival al mundo digital?

Soliman López: Bueno, evidentemente es una decisión que se tomó por la pandemia por la parte dirección de Barcú. Ellos tenían una idea muy vaga de cómo hacer las cosas digitales, sabían que tenían que migrar y fue ese el motivo por el que se pusieron en contacto conmigo. A mí me pareció un acierto hacerlo 100% digital porque para mí no es contraproducente, es decir que hay dos Barcú disponibles, este año tendrá más fuerza el online, pero el año que viene, creo que si todo sigue como como esperamos, podrían convivir ambas plataformas.

 

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Empezamos a planear todo en junio, aunque el tiempo ha sido suficiente, en lo digital siempre va a faltar tiempo porque empiezas a construir y siempre quieres ir un poco más allá. Pero ha sido tiempo suficiente para idear un proyecto único y líder en lo que significa las plataformas online y festivales online de contenidos digitales.

Para reemplazar las casas de la Candelaria crearon espacios arquitectónicos digitales minimalistas, ¿quién está detrás de esto y cómo funcionan?

Hay un total de 7 arquitecturas. Están diseñadas por el arquitecto español Antonio Ángel Ballesteros, especializado en arquitectura minimalista. Yo le demandé espacios arquitectónicos hechos para albergar diferentes propuestas, entonces necesitábamos espacios para la parte fotográfica, otros que tengan que ver con una onda monumental, otros que tengan que ver con algo audiovisual, etcétera. Son espacios que están pensados para acoger diferentes tipologías.

Por otra parte tenemos la sección de Spotlights, que tiene identificada una arquitectura concreta que va mutando con la obra de cada artista. Tenemos también la exposición de Wade Wallerstain, que es una exposición que se titula “Virtual Rally” y la exposición de artistas invitados, que tienen su propia arquitectura. Y por último está la sala de La Fuga que es un espacio abierto, más diáfano, porque había mucho material y no cabía en la arquitectura tradicional.

Cuando me embarqué en el proyecto yo quería realmente valorar el material de trabajo de los artistas.

Después de ocho meses en pandemia y varias cuarentenas la gente está un poco exhausta de la virtualidad, ¿qué ofrece Barcú para que la persona quiera agarrar el computador el fin de semana o después de sus horas de trabajo y ver la exposición?

Para mi lo que ofrece Barcú es realmente una inmersión de contenidos. Con el confinamiento ha habido gente que dice que ha disfrutado de ver, por ejemplo, toda la serie completa de El Padrino, esa persona ha entrado inmersivamente en el imaginario de las películas, en el universo del director.

En el caso de Barcú, sus espacios absorben: entras, divagas, te mueves con el teclado y al final puede haber inmersión, curiosidad de ver cómo se han dispuesto los artistas y la creatividad infinita que se ha logrado.

Por ejemplo, la exposición concretada de Jardín Museo va a romper con la noción de arquitectura. La idea es jugar con sacar los espacios de las arquitecturas, romper las paredes, es un espacio un poco roto, como un glitch.

¿Qué recomienda para que las personas que visitan Barcú tengan una experiencia completa?

Cuando me embarqué en el proyecto yo quería realmente valorar el material de trabajo de los artistas. Está pensado para estar tranquilo en casa, para espacios domésticos, si puedes enchufar tu computador a una gran pantalla lo recomiendo que lo hagas, la luz debe estar tenue, que tengas un buen sonido. Es la manera en la que lo vas a disfrutar como experiencia, es como un protocolo, un ritual.

Al final hay un trabajo enorme detrás, todo está muy pensado. Los teléfonos móviles evidentemente están bien, pero al final te quedas siempre con esa sensación de que no alcanzas a tener una experiencia plena. Es una exposición que está completamente vinculada y pensada para la gran pantalla.

La feria está situada en un ecosistema muy especial, pues los espacios de la Candelaria tienen historia y personajes detrás. Sin ellos, Barcú sería una experiencia distinta, ¿cómo incluyeron esto a la virtualidad?

Hay dos experiencias virtuales distintas. Una parte son las exposiciones de las que ya hablé y luego tenemos lo que hemos denominado las experiencias barrio. Queríamos hacer una especie de niveles en mapas con estructuras holográficas que simulan diferentes conceptos del barrio La Candelaria y en general de Bogotá.

Estos diferentes mapas hablan de conceptos en el barrio, por ejemplo del comercio: hay diferentes puntos donde puedes ver la historia del comercio, quién es la persona que está detrás, incluso contactar a esta persona.

El concepto de efímero debería estar más que asumido en la obra digitales.

Entonces, tenemos una capa viva, que es el mapa del barrio, una capa conceptual, una capa de la historia del barrio La Candelaria, que nos asociamos con un museo local que nos ha cedido algunas imágenes históricas, y una capa con testimonios, qué es lo que habla toda la gente del barrio. Finalmente, está la capa de la Fuga y la capa de Barcú, que habla sobre cómo la feria ha intervenido durante todos estos años en la zona.

Por último hay una supercapa que aglutina todas las demás y es un espacio transitable, te mueves del teclado y puedes ir descubriendo los diferentes elementos de fotografía y testimonios.

 

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¿Existen obras físicas que tuvieron que pasar a la virtualidad? O ¿las obras fueron hechas específicamente para un espacio digital?

Hay unas galerías que sí van a mostrar material que puede ser documental de las obras reales, de las obras que existen en el mundo físico. Pero una gran parte del contenido de Barcú son piezas que están y que han nacido desde lo digital. Creo que para mí la clave del proyecto era no intentar hacer esa controversia, no intentar generar un material que no pertenece a su espacio porque al final raya, puede terminar siendo poco popurrí.

¿El arte digital es efímero? ¿Debe intentar ser longevo?

El arte contemporáneo es víctima de la revolución industrial, porque se ha basado desde siempre en la producción de materiales. El mercado agradeció mucho eso porque le vino como anillo al dedo tener una obra de consumo material. Después llegó la revolución digital y dijo todo lo contrario.

Hemos intentado asimilar los conceptos que tenemos de consumo cultural relacionados con la revolución industrial, ahora con lo digital nos hemos encontrado con que hay cosas que chirrían. De repente los artistas musicales dejan de vender vinilos porque la música se pasa por internet y tienen que mover el escenario para poder generar dinero, lo mismo pasa con los artistas digitales.

El concepto de efímero debería estar más que asumido en la obra digitales, porque esta es una experiencia, es un concepto de arte que responde al tiempo. Es decir, la obra de arte digital funciona cuando está en reproducción, cuando no lo está es simplemente un archivo, es una compilación de números sin razón de ser, no tiene un lugar físico, pero al mismo tiempo tiene una fisicidad, porque los datos pasan por una fibra óptica, por discos duros donde se escribe literalmente sobre ellos, sobre material físico.

La única manera de preservar el arte digital es a través de dispositivos de almacenamiento y otras tecnologías que están surgiendo ahora, como por ejemplo tener una versión del museo en código genético.

Al fin y al cabo pienso que lo que hay que valorar es la experiencia, es disfrutar ese momento exacto en el cual vamos a disfrutar de la obra más allá de poseerla, que al final va un poco en contra del mercado de lo digital. Eso no quita, por supuesto, que se apoye la cultura que quiera arte digital. Hay muchas maneras de llevar al artista a un domicilio y por supuesto creo que el coleccionista de Barcú debe estar acorde a este nuevo consumo.

¿La feria tendrá algún costo?

Hemos optado este año por dejar las experiencias de manera gratuita. Lo único que es pago es el marketplace.

Podrá visitar Barcú a partir del 13 de octubre. Mientras tanto se puede antojar con la programación por acá.

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