La historia detrás de la galería de graffiti a cielo abierto en la calle Barranquilla en Medellín.
Por: Mar Rodríguez
Ustedes se bajan en la estación Hospital y suben caminando hasta Palos Verdes y luego de bajada, sencillo. Estas fueron las instrucciones que nos dieron para ir a la calle Barranquilla en Medellín, un lugar que se ha convertido en un símbolo de resistencia para los parches grafiteros de la ciudad.
Estas instrucciones no incluyeron por ejemplo, las ollas de droga, los habitantes de calle o los separadores diminutos entre los buses y los carros, es una calle salvaje, afirma Felipe Barto del equipo de graffiti de 4 Eskuela de los Crew Peligrosos.
Entonces, aunque se puede ir solo, no hay nada como ver la calle con alguien que la haya andado en lo posible, con spray en mano. Nino, el explorador, el niño de Manrique, el graffitero, el amante de la salsa fue nuestro guía en la calle Barranquilla.
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El plan fue caminarla, cruzarla con cautela hasta llegar al separador diminuto para tomar una buena foto, saludar a los habitantes de calle porque esta es su casa y apoyar a la tienda local con algo para pasar la sed. La caminata puede durar lo que usted quiera, pero a buen paso se demorará unos 40 minutos subiendo, la moraleja de vivir aquí es que pa´ donde mires tienes que subir, canta Alcolirycoz.
Esta intervención artística de más de 3.000 metros fue propuesta por Agencia APP Medellín, que le apostó a la apropiación de los espacios a través de diversas temáticas, uniendo a diferentes artistas que van desde el street art hasta el lettering o bombing.
Sin embargo, para la calle Barranquilla que ha visto la noche y la vida bohemia desde los años treinta en Medellín, el graffiti no es algo nuevo. Sus paredes se empezaron a rayar en los años noventa con artistas como Pepe EGL y adentrados los 2000 con artistas como Puff.
Más adelante se convirtió en un lugar concurrido por parches grafiteros de todos los sectores de Medellín, pues es un corredor importante que conecta al centro de la ciudad con barrios históricos del nororiente como; Manrique, Aranjuez o Vista Hermosa.
En principio, la intervención iba a ser parecida a la de la Calle 10 en el Poblado, una calle llena de murales de gran formato, llenos de colores, naturaleza y símbolos de la cultura colombiana. Ese tipo de street art que le gusta a tu tía y a tu mamá, mira que tan bonito, diría mi abuela.
Pero los parches grafiteros como Aces, CRC (Callejeros Reales Crew) o GSC (Graffiti Suicida Crew) llevaban años rayando Barranquilla, algo que Juan David Quintero y Alejandro Villada, curadores de galería urbana, no desconocieron en este nuevo proceso.
Quintero asegura que este espacio había sido guerreado por los artistas durante años, que incluso en momentos de conmoción social y gente muerta en las calles por la limpieza social, los graffiteros no pararon de llenarlas. En pocas palabras, era su derecho ser parte de este proyecto, a pesar de que sus piezas no fueran en la linea del street art y muralismo que ha cogido impulso en las calles colombianas.
Por ejemplo, Seok del crew Aces cuenta que llegó a pintar a Barranquilla en 2012, pero era en La Cabalgata –la tienda de pintura más cercana a la calle– donde se encontraba a otros parceros, con quienes se subía hasta Palos Verdes.
En esta tienda veías como la gente llegaba en la mañana con los ahorros de la universidad, del colegio, comprobamos pintura, parchábamos con una polita, cogías un lugar en la calle para tu parche, cuenta Seok, así empezamos todos.
La primera vez que Seok pintó en Barranquilla uso vinilo negro con linea azul clara para pintar unas letras. El vinilo se le acabó, empezó a llover, la pintura se corrió. Años después, ese primer lugar donde el graffitero pintó fue donde los Aces le hicieron un homenaje a Moe, un amigo del parche que murió en 2017.
Ese muro, además, fue el primero por el que los Aces recibieron un pago. Cuando Quintero los contactó y les planteó renovar el espacio con contrato, pinturas, latas y una remuneración, el parche aceptó, al igual que otros como GSC, SRC o los Drogos.
Para Quintero incluirlos en la renovación de calle Barranquilla fue también una oportunidad para que vivieran el graffiti diferente, no los estaban persiguiendo, tenían tiempo para pintar, tenían las pinturas que quisieran y además les pagaban, explicó.
El proceso para lograr este recorrido urbano duró dos meses y medio. Primero, recuerda Quintero, reconocieron el espacio, buscaron a las personas detrás de los crews, empezaron a comprar los pinturas, arrendar las grúas, preparar el terreno fértil.
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Asimismo, tuvieron que tener un diálogo abierto con los habitantes de calle que habitan esos lugares donde iban a pintar, contarles qué pintaban, por qué pintaban y preguntarles si estaban de acuerdo, porque después de todo, con o sin techo, ese espacio es su casa.
Para la sangre nueva que solo se derrama en graffitis, como dicen los Alcolirykoz, rayar las paredes fue la herramienta que les permitió entrar al sector y hacer parte de la creación del paisaje urbano. Por eso, cada uno de los muros resaltó un aspecto importante de la ciudad buscando aportar a la memoria histórica del lugar y de los personajes.
Los artistas que intervinieron los más de 3.000m2 fueron: SIC, DRS, DTS, HSC, Sani, Pepe EGL, GSC, PSK, Pachamama, FateOne, Deuniti, Jomag, Numak, Mela, Cesar Figueroa, Lina Diosa, Buda, Nino, La Jefa, CRC, Los Ases, TCV, 4Eskuela y Crew Peligrosos, Shay, Bryan Sanchez, Nuka, Seta Fuerte, Zycra, Cereso Monky, Sr.OK, Kozte, Colectivo Jagua, Pecas, Bufon, Mestizos Klan, Titania, LEO2, Jabart, Puff Crew, Gansta, RCK Crew, DGS, Sheba, Mesk, Zatélithe, Yaf Azz, Producciones Kofla, Saler y M4rk3z.
Al final, el resultado fue una galería a cielo abierto de 3.200 metros que resalta la multiculturalidad y la diversidad del sector y de Medellín. Fue también un ejercicio de apropiación donde los graffiteros entendieron que rayar esas paredes iba más allá de la acción, porque intervenir ese espacio tenía también un efecto directo en las personas que viven allí y que pasan por allí.
El graffiti es la historia viva de la ciudad y la calle Barranquilla tiene en sus paredes el resumen de la exclusión que ha vivido el nororiente de la ciudad. Ningún artista llega a Barranquilla por casualidad, ninguno se va de allá sin darse cuenta de la ciudad que se ha segregado, y aunque la pintura cambió y se renovó, es la prueba de que la resistencia siempre estará en las calles.
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