El Festival de arte urbano Ibanasca, reunió en un solo lugar a siete de las mejores exponentes de la escena urbana en Colombia.
Imágenes e historia por: Andrés Quintero
Honda, 32 grados centígrados, el jejen que debora las piernas, los rolos luchamos con el sudor, los aerosoles que suenan, las brochas que trazan formas y en los muros, siete de las mejores artistas urbanas que tiene el país con Ibanasca como su musa.
Para los que no conocen su historia, Ibanasca fue una valiente cacique Pijao. Es aún en la actualidad un símbolo del poder femenino, del conocimiento y aplicación de la medicina ancestral, de resistencia ante la invasión del colonizador español. Posteriormente, fue ascendida a Diosa de las Nieves en la memoria ancestral de esta región y recientemente, se convirtió en fuente de inspiración para el primer festival de arte urbano de mujeres Ibanasca, en Honda, Tolima.
A este festival –el primero en este puerto histórico al borde del río Magdalena– llegaron algunas de las mejores exponentes de la escena urbana en Colombia: Gleo (Cali), Psylo Sabin (Pasto), Bonie (Bogotá), Paula Kitaen (Ibagué), Ela Rincón (Bogotá), Nandy Mondragón (Cali) y Azul Luna (Bogotá).
Ver esta publicación en Instagram
Esta nómina que envidiaría cualquier festival de arte urbano y graffiti en el mundo, no solo tuvo en mente a Ibanasca como fuente de inspiración.
Para Paula Kitaen, artista ibaguereña y una de las integrantes del equipo organizador de Ibanasca, a la hora de conceptualizar el festival, se preguntaron sobre el rol de la mujer actual, su relación con la protección del territorio y cómo ellas habitan el espacio urbano.
Precisamente, sobre la apropiación del espacio público por parte de la mujer, hablamos con las siete artistas que hicieron parte de este Festival para conocer sus opiniones y sentimientos con respecto a lo que para ellas es pintar en la calle.
Por ejemplo, para Gleo, una de las artistas colombianas que más ha circulado y pintado alrededor del mundo, en un sistema y en un país en el que el espacio público es abiertamente violento con las mujeres, el hecho de que exista un espacio que esté conectado, habitado e intervenido por chicas, invita a que estas lo ocupen con plena confianza y además, que se generen una serie de interrogantes que nos debemos plantear como sociedad, ¿por qué hay miedo de pintar en las calles? ¿Son los espacios de un único género la respuesta? ¿Qué le falta a hacer al Estado para que el espacio público deje de ser tan violento con la mujer?
“Este tipo de Festivales abre la posibilidad de entender que hay otras formas de ver, de construirnos como sociedad y como humanos. Si seguimos pensando que solo hay una forma de comportarse como mujeres o como hombres, pues nuestra sociedad nunca se va a transformar. Y este tipo de espacios logran generar nuevas posibilidades de vernos, encontrarnos y relacionarnos con la calle. «Si no aparece la ventana, ¿por dónde verás el cielo?”, asegura Gleo.
Ver esta publicación en Instagram
Asimismo, la artista bogotana Ela Rincón, cree que la posibilidad de ver a siete mujeres pintando propicia un cambio en el imaginario social del municipio y que en este sentido, Ibanasca es un abrecaminos para todas las que artistas que están empezando.
“Las niñas que venían a visitarnos les decían a sus papás que querían dedicarse a pintar murales, al igual que como nosotras soñamos a través de artistas como Gleo o Bastardilla” me cuenta Ela bajo un clima de más 30 grados.
Una de las principales reflexiones de Ibanasca se dio en torno a la pregunta ¿por qué un festival de arte urbano de mujeres? ¿por qué hacerlo en un país en el que el trabajo urbano de mujeres y hombres artistas es, aparentemente, armonioso?
“En un mundo aún machista, un festival de arte urbano de mujeres envía un mensaje poderoso y muy simbólico, y es que la mujer también habita el espacio público. La creación, la transformación y poder plasmar en el muro lo que llevamos dentro como mujeres, eso por sí solo, lleva una intención”, asegura la artista bogotana y exintegrante de las Animalditas, Azul Luna.
En este mismo sentido la artista Psylo Sabin cree que con este tipo de eventos se le envía un mensaje a esa heteronormatividad que también existe en el graffiti y le da un impulso al trabajo de nuevas artistas, de demostrarles sobretodo, que la calle es también su escenario.
“Aunque recientemente se habla más del trabajo de las mujeres en la calle, históricamente siempre estuvimos, así fuera una sola mujer. Este espacio es un abrebocas de lo que tal vez venga en el futuro, festivales con mayor representatividad de nosotras, no por nuestra condición de mujeres, sino porque somos realmente buenas, no es gratuito que las mayores exponentes en el exterior de la escena colombiana sean mujeres”, agrega la artista pastusa.
En este sentido Gleo, cree que esta situación se ha dado gracias a que esta es una generación de mujeres artistas mucho más deconstruida, que ha aprovechado la riqueza cultural de nuestro contexto para ocupar la calle.
«Hemos sido capaces de generar una serie de reflexiones muy profundas, que han convertido a las grafiteras colombianas, en una generación mucho más aguerrida y temeraria, capaz de apropiarse de la calle y generar toda una circulación del arte» comenta Gleo.
Por su lado, artistas como Bonie creen que este espacio puso de manifiesto que la energía femenina es contenedora y en este sentido, entre todas lograron construir una red fuerte de retroalimentación, apoyo y aprendizaje mutuo, situaciones que son más difíciles que se den en un espacio mixto.
«Nandy por ejemplo nos enseñó, a las que usamos vinilo, a usar mejor el aerosol y así cada una de nosotras enriqueció en algo la experiencia y el trabajo de las artistas que estuvimos acá», comenta Bonie.
Pero, ¿qué cambia notoriamente en un festival mixto a un festival solo de mujeres?
Para artistas como Nandy Mondragón la principal diferencia respecto a un espacio mixto es el de la confianza que se da entre chicas y las tensiones de tipo sentimental que a veces pueden aparecer con los hombres.
“La colaboración, la reciprocidad y sobre todo la confianza que se da en el ser mujer te cambia toda la experiencia. En los espacios compartidos con hombres aparece el coqueteo, algunas tensiones sentimentales y por ende, roces o malentendidos”, añade la grafitera caleña.
Por su parte, artistas como Gleo y Azul Luna creen que otra situación que comúnmente aparece es el tema competitivo o de ego por ver quién lo hace mejor en los muros, es como una especie de disputa profesional que en ocasiones es divisora y categoriza a lxs artistas.
Aunque esta diferencia entre espacios artísticos mixtos y no mixtos puede ser notoria, la mayoría coinciden en que este espacio netamente femenino dentro del graffiti, lejos de incomodar a los hombres artistas, generará admiración y empatía.
“No es gratuito que muchas de las imágenes poderosas que nos han dado las paredes durante el paro, sean de mujeres o recuerden a mujeres que han sido violentadas. Y esas representaciones en muchos casos, han sido pintadas por los mismos hombres del movimiento”, agrega Azul Luna.
Aunque cada artista tenía la libertad para inspirarse o pintar lo que quisiera, la mayoría de ellas tuvieron representaron personajes femeninos y principalmente a Ibanasca como musa.
Por ejemplo, la artista caleña Nandy Mondragón representó una Ibanasca moderna, con poderes que en sus manos grafiteras adquirieron un poder especial a través del juego de luces que pintó y que nombró Indomables, haciendo referencia a la indocilidad de la cultura Pijao.
Ver esta publicación en Instagram
La artista bogotana Ela Rincón, también encontró inspiración en Ibanasca y en una flor típica de esta zona del país, la clitoría, de la cual cada noche las artistas tomaban una infusión que en la voz de todas, ‘nos hacía dormir como unas bebes’. En la intervención de Ela, podemos ver a una Ibanasca ascendida a deidad de las nieves con una clitoría en sus manos.
Ver esta publicación en Instagram
Por su parte, Azul Luna pintó a una Ibanasca protectora de la flora y fauna de la región. En los trazos de esta artista bogotana podemos encontrar animales y plantas típicas de esta región del Tolima.
Ver esta publicación en Instagram
Por su lado Bonie representó a la mujer río, a la gran Yuma que provee de fertilidad y abundancia para que los pueblos que se alimentan del Magdalena puedan caminar y avanzar.
Ver esta publicación en Instagram
Para Paula Kitaen, lo fundamental fue relacionar a Ibanasca con la deidad luna, la cual protege a los pobladores que habitan este territorio, pero sobre todo que habitan las aguas que lo circundan, el río Magdalena en este caso.
Ver esta publicación en Instagram
Trueque de las diosas en el Gran Yuma, fue el titulo del mural realizado por Psylo Sabin. En este, la artista pastusa representó a deidades mujeres que a su vez son madres de las selvas, los mares y las cordilleras dándose cita en río Magdalena o en el Gran Yuma, como se le denomina en la memoria ancestral.
Ver esta publicación en Instagram
Finalmente, Gleo quería hablar y representar el respeto por la vida, por las intenciones, por el sueño femenino y de eso habla su mural, de seguir cultivando la intención en la niñez, los sueños y las luces. Es por eso que a su obra la denominó «Somos semilla y mañana seremos flores».
Ver esta publicación en Instagram
Este Festival marcó un hito sin precedentes en Honda. Aparte de las intervenciones en los muros de la antigua trilladora de café, este evento contó con talleres, conciertos, exposiciones y feria de emprendimientos que complementaron esta semana dedicada a las artes.
Un especial agradecimiento al equipo de Casa Celeste en Honda, lugar que nos acogió durante nuestro paso por el Festival Ibanasca.
En memoria de Antonio Merino publicamos este diálogo que sostuvimos sobre Arte Urbano y Graffiti, sus proyectos editoriales en Latinoamérica y de cómo…
El Festival de Arte Urbano de Mujeres Ibanasca 2023 empieza la búsqueda de muralistas que quieran participar de la versión 2023 en Honda,…