Oct / 16 / 20

ARTISTAS

La resistencia de DJLU está en las calles

Perfil | Juegasiempre no se encierra a pintar obras, no espera con un pincel en mano a que le llegue la inspiración divina, para él la inspiración está en las calles.

 

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Por: Mar Rodríguez

Después de dos meses de encierro a DJLU ya le picaba la casa, le temblaba la mano por salir a jugar en la calle, por dejar un registro visual de lo que estaba pasando en cuarentena, ¿qué hacer con tanto tiempo entre las manos si no es recortar un estencil para esparcirlo por la ciudad?

Salió con un parcero desde Chapinero a la hora ciega, esa en la que se empiezan a prender las luces de la casa porque a pesar del sol que hay, se ve poco. Además, la gente sale a paso de zombie cansada de la rutina de trabajo.

Somos, al final, una masa que funciona como sombra para rayar las paredes con sigilo».

Calle 65 al occidente. La Caracas hacia el norte. Suben por Héroes. Dan vueltas en la Zona Rosa y regresan al sur por la carrera 15. Pasan por una iglesia, una universidad, un centro comercial. Caminan por donde haya feeling, sin ninguna propuesta, sin ningún afán, con el único fin de dejar un mensaje a través de una lata de pintura negra.

Pintan donde sea porque las dinámicas de la calle son tan impredecibles que todo lugar puede llegar a ser significativo, me cuenta DJLU por videollamada, con la cara tapada, pero con la cámara prendida mientras me mira y de vez en cuando, se fuma un plon.

Una lata le sirve para dejar 50 pictogramas que puede que mañana se borren, que la lluvia se los lleve, que la intervención humana los cubra con un escudo de un equipo, un tag, un teléfono de un mecánico. En realidad, no importa. Si a una persona le llega el mensaje, para Juegasiempre valió la pena la rodada.

 

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En tres horas se acabó la lata y cogieron rumbo a oriente por la calle 65 para volver a su taller a recortar un poco más con el tiempo que le quedaba entre las manos.

Allí en Chapinero donde nació, se crió y siempre ha vivido, allí fue donde se dio cuenta que no sabía dibujar, que pintaba, dice él, pésimamente mal, pero siempre con ganas y pasión. Y eso le bastó para seguir siendo artista hasta hoy. Eso sí, le tocó simplificarse, crear algo desde sus incapacidades, renunciar a ese cuadro que va detrás de un vidrio de seguridad para intentar, por qué no, pintar las calles.

Como siempre quiso ser artista le apostó al estencil, una técnica primitiva que puede complejizarse tanto como el artista quiera. Es una plantilla a la que se le recortan partes, entonces permite reproducir la imagen muchas veces. Sin embargo, independientemente de la técnica, siempre tuvo la premisa de que el arte es un canal para hacer visible la realidad.

Entonces, su arte no se puede relegar a un aspecto ornamental, porque minimizaría su valor creativo y social. Me dice que cuando estudiaba artes en la Universidad Nacional, empezó a ser valioso ese arte que tenía la capacidad de comunicar en la calle, porque era el que se resistía al orden tradicional y al sistema, se negaba a lo impuesto por la institución y era un llamado de acción, a involucrarse en los problemas ciudadanos.

Sus pictogramas empoderan al ciudadano y registran la otredad de la calle».

Era una obra que no tenía canales discriminatorios, se perdía la idea del costo, la obra estaba viva y si la borran, ¡así es la vaina! Para DJLU, el juego está en desapegarse de las cosas, en dejar ir porque nada nos pertenece.

Durante 10 años, desde 2005 hasta 2015, pintó en las calles sin pensar en galerías «uno de los momentos más importantes de mi experiencia y proceso artístico, porque enfoqué mi pensamiento hacia algo que me daba satisfacción y estaba desligado de la tradición».

Así, fue enfilando todo hacia una técnica y una intención mientras en Colombia el graffiti vivía cambios drásticos. La muerte de Tripido en 2011 reivindicó de la manera más cruel el arte urbano, cuando la policía hizo pasar por ladrón al graffitero y así justificar su muerte por estar trabjándole a una pared en la Boyacá con 116.

Una demostración de que el ciudadano siempre lleva las de perder terminó siendo un empujón para que el arte urbano empezara a ser reglamentado y dar ese primer paso para ser socialmente aceptado.

Y es que hay que tener muy poco sentido del humor para pensar que el graffiti es vandalismo. O ser ciego. Para DJLU el graffiti es la expresión de las personas que no se sienten parte de la ciudad por muchas cosas, sienten que la ciudad es agresiva y que no les da un espacio.

Hacer graffiti es ser parte de esta sociedad a través de la intervención, y la forma más esencial es a partir del tag«.

Además, el graffiti está lejos de ser algo fijo que no se mueve con la sociedad y la ciudad, y justo en esto recae el proyecto de la Señalética Para un Mundo Mejor. Como arquitecto DJLU aprendió que la ciudad se movía con señales, que tenía su propio lenguaje y por qué no apropiarse de estas señales con arte urbano.

Quería que la ciudad tuviera señales sin la intención de manipular a la gente para moverse, sino con la intención de hacerlos conscientes de una cantidad de problemáticas que yo notaba. Entonces, cogía dos o tres elementos y los chocaba para crear un lenguaje que fuera más allá de un adorno.

 

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Así creó pictogramas como la avispa con alas de metralleta, el símbolo de dinero con un arma atravesándolo en vez de una línea y el más icónico, la piña granada, que dice que despierta cuestionamientos en los usos de la tierra, en el desplazamiento, en cómo la violencia ha cambiado el uso de la tierra.

Hoy, sus más de 140 pictogramas tienen licencia abierta porque quiere que la gente los reproduzca y se logre expandir el mensaje. ¿Y qué pasa cuando las personas encuentran otro tipo de mensaje?, le pregunté. Si alguien se molesta o se asusta por un pictograma no está más que develando su incapacidad para razonar de manera más respetuosa y abierta, está develando su radicalismo, miedo y su incapacidad de resolver problemas de otra manera.

Y es que Juegasiempre se entretiene con los miedos de la gente porque sabe que es su responsabilidad comunicar lo que no se está diciendo en las noticias, donde se prioriza más el espectáculo que la información real. Para él, sus pictogramas empoderan al ciudadano y registran la otredad de la calle. Después de todo, el espacio público es poderoso.

Eso es precisamente lo que ha hecho en sus últimas intervenciones como la de SOS GENOCIDIO, donde la comunidad grafitera bogotana, incluído Lu, denunciaron las masacres en Colombia. O sus pictogramas del coronavirus, donde denunció que los atropellos a la sociedad fueron más que las ayudas.

 

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Además, me cuenta que la calle, a veces, lleva mucho a la acción y poco a la reflexión, razón por la cual aprovechó los meses de encierro para pensar y entender que la piedra angular de la denuncia es el trabajo en las calles, permiten una posibilidad de diálogo que no sucede en la virtualidad, porque esta puede mediatizar y cambiar el mensaje.

El graffiti que fue una mierda hasta para su mamá desde antes de salir en Noticias Caracol, se ha empezado a institucionalizar. Ahora, privados comisionan muros y los artistas le trabajan a las marcas. La idea de lo que era autorizado, recomendado, apropiado y decente se ha empezado a doblegar con los cambios de la sociedad.

Pero esto no significa que en un mundo hiper privatizado DJLU no encuentre nuevas formas de subversión y acción en las calles, los graffiteros se quejan de un muro institucional, ¡pues vaya y tapelo en vez de quejarse!

Las respuestas de Juegasiempre, me di cuenta mientras hablábamos, no estaban en la conversación, sino más bien en las calles codeándose incómodamente con los que dicen tener buen gusto, tildan de vándalos a los que toquen un muro y quieren paredes limpias, pero ¿limpias de qué, exactamente? ¿Limpias de personas que quieren expresarse?

 

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