Sep / 04 / 20

ARTISTAS

Cinco bordadoras para seguir este 2020

Bordar para una misma, bordar por el silencio, bordar como resistencia, como lenguaje, como expresión política y como acto de rebeldía.

Bordado por: Juliana Grismaldo, @Des_bordado

Anamaria de A Punta de Puntadas me contaba que lo increíble del bordado es que puede convertirse en eso que la persona quiere o necesita que sea, porque como cualquier arte, va mucho más allá de su lienzo.

Durante el siglo 18 y 19, pocos talentos eran más importantes para la mujer que saber bordar. Era una tarea necesaria, hecha por mujeres de todas las clases sociales, pero también era una salida para la creatividad y expresión artística.

El conocimiento era pasado por las generaciones anteriores a las mujeres más jóvenes, algo que en la actualidad no se ha perdido del todo, como me explicaron Daniela de Historias Indelebles, Sara de Seres de Hilo y Juliana de Des_bordado, quienes aprendieron a bordar gracias a mujeres de sus familias.

Además de los bordados decorativos, las mujeres han utilizado las puntadas para expresar una insatisfacción que no se podía decir en voz alta, como lo cuenta Rozsika Parker en su libro La Puntada Subversiva: el bordado y la construcción de lo femenino.

El bordado se fue convirtiendo también en una forma de resistencia.

Así que cuando una mujer levanta una aguja y un hilo, se está uniendo a una larga línea de mujeres que han convertido este “arte doméstico” en una expresión política que merece ser un idioma más en las bellas artes.

Estas son cinco artistas colombianas que bordan –por cualquiera que sea el motivo– y me hablaron de qué significa este arte en el 2020.

Ilustraborda
Para Wendy todo empezó en abril 2019 cuando bordó un escarabajo naranja y verde sobre una tela color menta. Ese animalito le abrió paso para conectarse con muchas personas que bordan, que usan este arte como manera de expresar, exorcizar y revelar lo que piensan y sienten, me cuenta.

A raíz del Paro Nacional del 21 N tuvo una explosión de inspiración. Dice que a veces sentimientos como la impotencia o la rabia también te golpean directamente en la inspiración. Bordar ha sido, entonces, su medio para la manifestación.

Se lee en sus punzadas: “Si tocan a una respondemos todas” en una tela verde, “Lideresas asesinadas” en unos calzones blancos, “la revolución será feminista o no será” en una tela verde digna de ser amarrada en la muñeca.

Wendy, que borda en cada rincón del apartamento, que lo hace en parche cuando puede, pero sola lo disfruta igual, me escribe que ella le debe al bordado su proceso de sanación, seguramente por eso nos encontramos y no nos pudimos soltar.

 

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A Punta de Puntadas
En la práctica Anamaria se ha dado cuenta que de pronto no se trata del bordado, sino de lo que pasa mientras bordas. Dice que además del componente artístico, también podría ser un hobby, una forma de desconectarse del mundo, de relajarse, de socializar o de alzar la voz.

Puede que este sentimiento hacia las punzadas tenga que ver con la manera en cómo se introdujo en su vida. A diferencia de las otras bordadoras, el interés le llegó después de ver los tejidos en artesanías mexicanas en un viaje en 2017.

A principios de 2018 compró sus primeros materiales, se dejó llevar por los recuerdos de ese viaje y empezó a bordar de manera muy autodidacta. Encontró también una pequeña comunidad de bordado en Colombia, que me cuenta que ha crecido muchísimo este último año.

Cree también que este arte ha sido un lienzo en blanco para que las mujeres pongan su voz de una manera más íntima o de una manera grupal, pues como expresión artística es un vehículo para un mensaje. Sin embargo, invita a cualquier persona a que se una a esta comunidad.

Anamaría, que borda en su taller disfrutando de su compañía, que disfruta desde la primera punzada hasta cuando levanta el tambor en señal de victoria, ha hecho del proyecto A Punta de Puntadas, una fuente de inspiración para futuras bordadoras y bordadores.

*A continuación verán «Manchas», uno de los trabajos preferidos de Anamaría. Tiene 280 metros de hilo y 70 horas de trabajo.

 

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Historias Indelebles
Bordar en el 2020, según Daniela, es reconectarse con raíces y tradiciones que se están perdiendo, de pronto por eso le gusta bordar acompañada por su mamá, recibiendo el sol de la tarde, sentadas en la que llaman “la mesa de arte”.

Su tía le enseñó a bordar hace tres años y desde ahí ha encontrado más personas que pintan sin pintura y le dan vida al arte a través de los hilos, me escribe desde su perfil de Instagram.

Ella, que valora lo local, lo hecho a mano y cuando cada pieza es diferente. Desde Indeleble hace camisetas, bolsas ecológicas y circulitos decorativos.

 

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Seres de Hilo
Aunque Sara sabe que al bordado todavía se le etiqueta como una manualidad de las tías y abuelitas, me cuenta por teléfono, cree que es un arte complejo, pues va ligado al cuerpo, al ritmo de la mano y a la fuerza que se le pone. Además, como cualquier arte, se necesita pensar en una composición, un formato y color.

En este espacio de desconexión del mundo y de conexión con el tambor, Sara ve también un acto de resistencia: lo hace porque quiere, no porque la hayan obligado a hacerlo. Arregla ropa con bordados, en vez de comprarla nueva. Saca al bordado de las manualidades para meterlo en el mundo del arte.

Al bordado llegó desde diferentes espacios. Por sus tías y su mamá primero, después durante su carrera como artista visual en la Javeriana, Sara escribió en hilo todas las direcciones en las que ha vivido en su vida, el resultado fueron siete metros de largo por 20 centímetros de ancho. Más adelante, durante la pandemia, creó Seres de Hilo, donde borda fotos que le mandan sus clientes.

Me dice que ha visto a muchas personas interesadas en el bordado y asombradas de tener un producto hecho por unas manos, con tanta dedicación. Cada bordado le toma entre 10 y 15 horas, que las reparte entre el sofá y la cama siempre oyendo música.

El bordado también parece que la acerca a su casa, pues después de varios encargos, decidió hacer uno para Canelita, su perra que no vive en la ciudad. Se lo mandó empacado para que no se olvide de ella.

 

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Des_bordado
Lo más posible es que cuando me encuentre a Juliana de Des_bordado por las calles de Bogotá, vaya sin peso, ligera, cómoda y con un tote bag (bolsa de mano) colgando de su hombro. No lo cambia por nada no solo porque le parece descomplicado y cool, sino porque gracias a tote bag crudo que bordó en 2019, su negocio empezó a coger vuelo.

Cuando alguien elige un diseño para que Juliana borde en un tote bag, dice ella, revela mucho de la personalidad, bordar enaltece o crítica la realidad y la vida de cada persona de una manera visualmente atractiva y significativa.

Cree también que este arte ha unido a las mujeres estos últimos años, ya que se cambió la finalidad de las punzadas, pues pasó de ser un trabajo doméstico a una forma de liberación y comunicación.

Además de dejar el alma en cada bordado, Juliana lo siente como una terapia porque se conecta profundamente con sus pensamientos y reflexiones, casi como una meditación, me escribe en un correo, si nunca has bordado te invito a hacerlo y espero de todo corazón que puedas encontrarte, añade.

La historia de ella y el bordado empieza en un salón de clases a los 10 años. Luego, su abuela que la vio tan entusiasmada con el tema, le regaló una bolsa llena de agujas, telas y bordados que ella había hecho.

Años después, Juliana encontró la bolsa y volvió a los hilos, pues más que un arte, para ella significa también mantener viva una tradición que ha pasado por miles de generaciones.

 

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Si me dieran la opción de aprender a bordar con mi abuela o mi madre, lo haría. Porque no se trata de los hilos y las punzadas, es lo que pasa en el silencio, en la conversación y el intercambio de conocimiento, que aún en el 2020, parece ser un secreto bien guardado entre las mujeres. El diseñó y el color llegarán eventualmente, si no ya tengo a cinco bordadoras para inspirarme.

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